
Pero en la práctica, la puerta de esa casa podía considerarse abierta, como están abiertas las puertas en los pueblos de la tierra caliente. Todo el que llamaba tenía derecho a entrar y buscarse un sitio entre los árboles del jardín, una silla en la sala junto al piano o un lugar en el comedor frente a la sopa de arroz.
Mal de amores
Ángeles Mastretta
(Bodegón con libro y tenedor. Pablo Salinas)
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