Miré alternativamente los platos recién preparados y, a continuación, mis manos. El salteado de cerdo adornado con limón, la ensalada verde, la tortilla amarilla y esponjosa. Los contemplé uno tras otro. Eran platos que podían aportar su dosis de felicidad al final de una jornada.
La fórmula preferida del profesor
Yoko Ogawa (La cena en el estudio. Eduard Manet)
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