Sobre el largo banco en que nos atábamos los patines o nos calzábamos los zapatos con patines había también un viejo tocadiscos, con una enorme trompeta azul celeste. Al lado estaba una barraca, en la que cobraban una entrada mínima y preparaban el té.
Todo esto lo habían quitado hacía unos días y sólo cuatro abetos abandonados surgían de la blanca nieve.
Toda la belleza del mundo
Jaroslav Seifert
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