Sufríamos un vacío de hombres caídos en combate o presos sentenciados a muerte o a treinta años por tribunales militares que condenaban en siete minutos. Por no mencionar los asesinatos cometidos al margen de esta legalidad por bandas de pistoleros uniformados, los "paseos", de los que nunca se regresaba. Presos de canas prematuras paralizados por el toctoc de las pisadas nocturnas del carcelero y que aún podían responder con desfallecimiento a la explosión de su nombre en la puerta de la celda abarrotada. Madres, abuelas, hijas, hermanas viajando con el paquetito de comida que la mayoría de las veces al preso no le daba tiempo a consumir.
La higuera
Ramiro Pinilla
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