Estaba cansado de la comida de Zoo.
Siempre lo mismo: coles, boniatos, guisantes de pintas negras, pan de maíz.
En ese momento le hubiera gustado estar con el Hombre de las Bolas de Nieve. En casa, en Nueva Orleans, todas las tardes el Hombre de las Bolas de Nieve aparecía empujando su delicioso carrito, haciendo tintinear su deliciosa campanilla. Y por unas pocas monedas podía uno conseguir un cucurucho de hielo escamoso impregnado de una docena de jarabes: cereza y chocolate, uva y moras, todos mezclados como un arco iris.
Otras voces, otros ámbitos
Truman Capote
(Ice Cream Cavern. Will Cotton)
No hay comentarios:
Publicar un comentario