17 junio 2011

Quesos


Llegamos al hotel hacia las ocho. El comedor está bien iluminado, parece incluso más brillante de lo normal. Tal vez es mi estado de ánimo. A fin de cuentas es un acontecimiento, yo solía cenar solo. Abrimos la carta. Agachamos un poco la cabeza para sopesar la oferta. Nos rodean los sonidos leves y apaciguadores de la cena. En el centro del comedor resplandece una mesa con fruta. A su lado una bandeja de quesos: azul de Bresse, fuerte y sabroso, acre como las axilas de una mujer; roquefort, con vetas como el mármol; los pequeños chévres envueltos; gruyère...

Juego y distracción
James Salter

(Especialidad Gastronomica. Catherine Jones)

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