Con Raúl conoció esa Francia, las fincas de los bosques
dorados de Bretaña, las estancias en el campo comiendo queso y bebiendo el vino
que sus ricos pares guardan en las bodegas, los camisones de seda, los pálidos
amaneceres de París desde las buhardillas, los cafés llenos de aventura,
frecuentados por latinoamericanos barbados, amantes rápidas.
La novia
Raúl del Pozo
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