Entró a uno de los pocos cafés que encontró abiertos a esa hora y pidió una infusión de manzanilla. El camarero le respondió que sólo servían bebidas alcohólicas, y entonces dudó. ¿Podría pedir un cognac? ¿La misión excluía la bebida? Decidió que un solo cognac no podía contravenir el mandato. Mientras lo bebía, a pequeños sorbos se vio en el espejo largo y estrecho de la pared y el traje negro le pareció anacrónico. Más que un hombre tocado por la gracia, parecía un provinciano recién bajado del tren, y extraviado en la ciudad.
La rebelación
Cristina Peri Rossi
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