-¿Feta, acelgas y retsina también hoy? -me preguntó sonriendo.
Sólo nos habíamos visto una vez y se acordaba no únicamente de mí, sino de mi frugal comida. Me dieron ganas de darle un beso. No era más inteligente que otros camareros, no tenía mejor memoria. Pero estaba en el estado de alerta del inmigrante.
Otra vida por vivir
Theodor Kallifatides
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