Aquel tren iba decididamente a una velocidad de vértigo. Le pareció que haría una especie de buena acción, de cortesía con todo el vagón si iba a maquillarse de nuevo, lavarse las manos, retocarse el cabello antes de que llegaran el bistec flamboyé, el lenguado a la guillotina o el bombón que durante una hora iban a constituir su destino más próximo.
El párpado izquierdo
Francoise Sagan
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