Después del sermón nos condujeron al comedor, que se hallaba separado del resto del local por nun tabique; se componía de largas mesas y bancos, y dos señoras negras nos sirvieron grandes escudillas de cocido de carne, un buen trozo de pan y una manzana. Era todo gratis, y tenía lugar cada día, a las siete de la tarde. Suspiré aliviado. La comida la tenía asegurada.
La cofradía de la uva
John Fante
(Mujeres comiendo. Francisco Bores)
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