A propósito de eso, Rita se acordó de algo que sucedió durante la guerra que la había marcado especialmente. Era el momento en que Alemania sufría restricciones de comida. En las casas escaseaban cada vez más las provisiones y había que protegerlas de los vagabundos.
Una mañana, Rita sorprendió a un hombre que se había introducido por un estrecho tragaluz para robar unos terrones de azúcar. Aquel hombre era su abuelo, un ex capitán siempre erguido y digno, que cultivaba una imagen a lo Bismarck.
¡Bismarck robando terrones de azúcar! Esa imagen le había quedado grabada en la memoria.
La sed
Georges Simenon
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