En la primavera de 1790, Forster y Humboldt fueron a Inglaterra, Holanda y Francia, pero lo mejor de su viaje fue Londres, donde todo hizo pensar a Humboldt en países lejanos. Vio el Támesis abarrotado de barcos que llegaban con mercancías de todos los rincones del planeta. Alrededor de 15.000 naves entraban en el puerto cada año, cargadas de especias de las Indias Orientales, azúcar de las Indias Occidentales, té de China, vino de Francia y madera de Rusia. El río entero era una "selva negra" de mástiles.
La invención de la naturaleza
Andrea Wulf
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