En una ocasión vimos al futuro primer ministro Olof Palme, que viajaba con sus hijos. Estaba sentado en el suelo con las piernas cruzadas comiendo los sándwiches que les había preparado su mujer. Ni guardaespaldas, ni coches de la policía, ni nada. Suecia en ese entonces aún era inocente, pero no lo sería por siempre.
Otra vida por vivir
Theodor Kallifatides
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