Salchicha danesa
Para conversar, sin embargo, había que ir a otro lado. Por eso se dirigió al restaurante de los paquistaníes, pero no acababa de entrar cuando sintió el golpetazo de un olor penetrante "como a cagalera" y salió volando. Se comió una salchicha danesa con otro griego, el de la plaza contigua, que se extrañó de verlo.
Otra vida por vivir
Theodor Kallifatides
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