Él pidió "un almuerzo lo más rápido que pueda" y ella, sin tratar de apresurarse le sirvió un plato de sopa con un hueso pelado y picadillo de plátano verde. En ese instante pitó el tren. Envuelto en el vapor cálido y saludable de la sopa, él calculó la distancia que lo separaba de la estación e inmediatamente después se sintió invadido por esa confusa sensación de pánico que produce la pérdida.
Un día después del sábado
Gabriel García Márquez
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