11 septiembre 2008

Milagros de vida


Nuestras comidas consistían en arroz congée (arroz hervido en una papilla líquida), una sopa de verduras que escondía uno o dos trozos de carne de caballo, cartilaginosa del tamaño de un dado, un pan negro duro elaborado con lo que debía de ser basura de un almacén y lleno de trozos de alambre oxidado y polvo pétreo, y boniatos grises, un tipo de forraje que me encantaba. Luego empezaron a servir un cereal llamado trigo agrietado, otro forraje al que me aficioné. Mis padres y los demás adultos se tragaban aquello a la fuerza, pero yo siempre tenía buen apetito, y hasta el día de hoy me cuesta dejar comida en el plato, aunque me desagrade su sabor.


Milagros de vida
J.G. Ballard

(Arroz bol)

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