Aparte del conejo que venían engordando en el cobertizo desde hacía un mes, los Maheu tenían para comer una sopa sustaciosa y carne de buey. La paga de la quincena había sido precisamente la víspera. No recordaban un festín como aquél. Incluso cuando la última Sainte-Barbe, la fiesta de los mineros en la que no hacen nada durante tres días, el conejo no fue tan grande ni tan tierno. Por lo mismo los diez pares de mandíbulas, desde las de la pequeña Estelle, cuyos dientes empezaban a salir, hasta las del viejo Bonnemort en trance de perder los suyos, trabajaban con tal ahínco que hasta los huesos desaparecían.
Germinal
Émile Zola
Banquete. Pieter Brueghel)
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