Sobre el mostrador, había un vitrolero con chiles en vinagre y otro con aceitunas. El olor de las aceitunas inundaba el ambiente. Lucha no pudo resistirse por mucho tiempo a comprar unas. Tenía un antojo incontenible de mordisquearlas pues hacía meses que no comía una. Y ahora, que se estaba dando sus antojos, era el momento. Le pidió al tendero 100 gramos y cuando abrió su monedero descubrió que el dinero ya se le había esfumado. Le alcanzaba para pagar las velas pero no las aceitunas.
Tan veloz como el deseo
Laura Esquivel
No hay comentarios:
Publicar un comentario