El aire que respiras en Yonsú es el más limpio, fresco y delicado que se pueda imaginar, con cada inhalación notas cómo tus pulmones se inundan de vida, cómo la dicha rellena cada recoveco abriéndose paso entre cada uno de tus órganos, masajeándolos, depurándolos, rejuveneciéndolos, sanándolos, en definitiva. Los alimentos aquí saben de otra forma, todo es delicia, cualquier menudencia es un manjar, desde un puñado de arroz a una zanahoria.
El viaje de Tanaka
David Cantero
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