24 mayo 2012

Gachas y lágrimas


Todos comimos las gachas del duodécimo mes que Dios nos brindó; mi ración me llegó a través de los pechos de mi madre. Nunca olvidaré la escena que rodeó la comida. Unas urracas se instalaron en la cruz, bajo el alto techo de la catedral. Fuera, un tren jadeaba mientras avanzaba por los raíles. Dos enormes calderos, llenos de carne de ternera estofada, humeaban sobre el fuego. Un sacerdote, vestido con una sotana negra, estaba de pie junto a los calderos y rezaba mientras cientos de campesinos hambrientos hacían cola delante de él. Los feligreses servían las gachas, con unos grandes cucharones, en cuencos; un cuharón a cada uno, fuera cual fuera el tamaño del cuenco. Los fuertes ruidos que hacía la gente al sorber dejaban constancia de que las gachas, diluidas en innumerables lágrimas, se consumían rápidamente.

Grandes pechos amplias caderas
Mo Yan


(Damas en el refectorio. Henri de Toulouse-Lautrec)

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