Sin los más mínimos y ridículos reparos, empecé a comer tranquilo y a mis anchas y a servirme con valentía, sin sospechar ni de lejos lo que me esperaba. Empecé pues a servirme con valentía y a comer con denuedo. Tal denuedo, como se sabe, me costaba poco esfuerzo.El paseo
Robert Walser

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