Durante los primeros años había trabajado día y noche horneando ininterrumpidamente centenares de cannoli, hileras de croccanti, bigné, babá y pastelillos de todas las formas y dimensiones. Y, mientras él, moviéndose diestramente entre moldes y hornos, elaboraba magníficos dulces, ella, que como todas las inglesas era una enamorada de las flores y plantas, pasaba su tiempo trabajando en el jardín, removiendo la tierra, escardando, arrancando todas las hierbas más locas.
La cabeza en las nubes
Susanna Tamaro
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