Comen todos en silencio. Comen "exageradamente". Comen "igual" los cuatro, incluso la niña.
El chino ve la mirada de la niña sobre ellos, los de esa familia, mirada de amor y de alegría sobre ellos finalmente afuera, fuera de la casa de Sadec, del puesto, por fin sueltos en las calles, expuestos a todas las miradas, relamiéndose con lichis en almíbar.
El amante de la China del norte
Marguerite Duras
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